En lo más profundo de mi ser, como buen gallego, anida el recuerdo de un tiempo pasado que ha dejado un amor casi olvidado por una tierra que formó parte de nuestra historia, de cuando el antiguo reino de Galicia no tenía fronteras con el vecino país.
En mi alma, en un rinconcito humilde y cálido, ocupa su preciado lugar el sentimiento y cariño por las tierras más allá del río Miño, que resurge y se reaviva con fuerza, cuando visito esa tierra tan querida por mí.
Sus noches, como la de Óbidos, no me son ajenas, me reconfortan y me invitan a adentrarme en el maravilloso mundo de los sueños.